IDEAS DE BOMBERO: el molino de Agripino - AJO taller de arquitectura
Arquitectos, reformas, burgos, educación, decoración, diseño
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IDEAS DE BOMBERO: el molino de Agripino

IDEAS DE BOMBERO: el molino de Agripino

Ideas de bombero que inspiran, provocan sonrisas y evocan recuerdos felices…
Desde que tengo uso de razón recuerdo a Agripino como un hombre inquieto siempre enredado en alguna
ocurrencia, mal humorado a veces, pero siempre dispuesto a atender lo que los niños del pueblo le pedíamos,
sobretodo algo en especial, llenar el molino.
Las historias de Agripino son muchas y a cada cuál más divertida, como cuando quiso volar lanzándose desde
“Cuesta Lisa” con un artilugio de los que él fabricaba, o su colección infinita de armazones de bici, para
transformarlas quizás en un nuevo aparato veloz, como la bici-patín que ideó para deslizarse por las nevadas
laderas de nuestro pueblo.
Ejerció de bombero pero también de conductor de chasis de autobús antes de carrozar… ¿os imagináis a un
hombre con gafas y gorro de aviador sobre una plataforma con ruedas surcando las carreteras de los años,
no se, 50, quizás 60?… ¿Habéis sonreído, verdad?
Son personas cómo Agripino las que marcan una etapa de tu vida, su recuerdo permanece en la memoria y
resurge con fuerza cuando vuelves al pueblo, ves su casa y sobretodo su molino.
El pequeño edificio se encuentra en un paraje especial, a medio camino entre Piedrahita y Santa María, y
durante mucho tiempo se convirtió en punto de encuentro de los chavales de ambos pueblos, destino de las
primeras vueltas con la bici y sobretodo la mejor piscina de los alrededores.
Llegado el verano, cuando se lo pedíamos, y sin pedírselo también, Agripino desviaba el agua del Río Cerrato
que fría como el hielo bajaba de los Montes de Oca para llenar la pilona del molino. Aquel lugar era el mejor parque acuático: unos tablones a modo de trampolín, para los más mayores o los más atrevidos, la lámina de agua que se deslizaba por el salto del molino a modo de tobogán antes de llenarse por completo, las babosas que se arrastraban por las paredes del pequeño túnel bajo el puente, el césped recién cortado en sus orillas, la barandilla pintada de colores vivos como si fuera un balcón…, todo quedaba a la imaginación para la mente de un niño o una niña.

Las largas tardes de verano se pasaban entre zambullidas, juegos de cartas, bocadillos de chorizo de la
abuela, juegos, y más juegos, y alguna que otra bicicleta sumergida en el agua… ¡Ah, cómo olvidar los saludos
a los trenes, que pasaban a escasos 100 metros, cuando sus maquinistas hacían sonar alegremente la
bocina al ver a aquella chavalería reunida entorno al coqueto molino!

Ya no recuerdo cuándo fue la última vez que me bañé en el molino, solo sé que es un feliz recuerdo compartido,
un lugar común donde volvemos de vez en cuando.
Hoy, el molino, con sus puertas y ventanas rosas, (último color elegido por el siempre ocurrente y genial Agripino)
te da la bienvenida antes de llegar al pueblo, arrancándote una sonrisa, como hacen todas las buenas
ideas de bombero…

Nuria Jorge Barrio

 

Y esta es la historia en la que nos inspiramos para la propuesta de Arte y Nodos Territoriales del espacio Tangente. No ha podido ser una de las elegidas… pero nos las ingeniaremos para que el molino de Agripino vuelva a recuperarnos una sonrisa.

 

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